domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Llegó al ocaso la Doctrina Monroe?

Cuando desde distintos rincones del planeta tierra vienen creciendo las voces y los sentimientos de rechazo —e incluso de odio— hacia la política exterior de los gobernantes estadounidenses y se habla con mucha insistencia de la construcción de un mundo desamericanizado, el 17 de noviembre de 2013 el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, afirmó ante la Organización de Estados Americanos que:

“En los días iniciales de nuestra república, Estados Unidos hizo una opción sobre sus relaciones con América Latina pero ahora, sin embargo, hemos hecho una opción diferente” y por ello: “El error de la Doctrina Monroe ha sido superado”,

Recordemos que dicha Doctrina nace con el Mensaje al Congreso del Presidente James Monroe, el 2 de diciembre de 1823, donde dirá:

Los continentes americanos, por la libre e independiente condición que han asumido y que mantienen, no deberán ser considerados ya como susceptibles de futura colonización por cualquiera de las potencias europeas.

La sinceridad y relaciones amistosas que existen entre los Estados Unidos y aquellas potencias, nos obligan a declarar que consideraríamos peligroso para nuestra paz y seguridad cualquier tentativa de parte de ellas que tenga por objeto extender su sistema a una porción de este hemisferio, sea cual fuere. No hemos intervenido ni intervendremos en las colonias o dependencias de cualquier potencia europea: pero cuando se trate de gobiernos que hayan declarado y mantenido su independencia, y que después de madura consideración, y de acuerdo con justos principios, hayan sido reconocidos como independientes por el gobierno de los Estados Unidos, cualquiera intervención de una potencia europea, con el objeto de oprimirlos o de dirigir de alguna manera sus destinos, no podrá ser vista por nosotros sino como la manifestación de una disposición hostil hacia los Estados Unidos.

Como lo han demostrado todos los hechos posteriores, esta doctrina no ha implicado una política defensiva frente a Europa, más bien se convirtió en una amenaza contra cualquier pretensión de cerrar el paso al expansionismo norteamericano.

Veamos. En 1846 Estados Unidos inicia la guerra contra México y se apodera de Texas y dos años después, en 1848, desatan una nueva guerra que les permite apoderarse de Arizona, Nuevo México, California, Nevada, Utah y parte de Wyoming.

En 1898 con la Guerra Hispano Norteamericana se apodera de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. El secretario de Estado John Hay de entonces dirá que había sido una “espléndida pequeña guerra”, porque sólo con 289 heridos y/o muertos en combate se apoderaron de cuatro naciones.

En 1903 imponen el Tratado Hay-Bunau Varilla por el que cercenan la provincia de Panamá a Colombia, fraguan una independencia espuria y ceden la zona sobre la que se construirá el Canal.

En el mensaje anual de 1904 el Presidente Teodoro Roosevelt completó la doctrina Monroe formulando el siguiente corolario:

Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir a fin de cuentas, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina de Monroe puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional.

El nuevo gendarme del mundo, armado de un “gran garrote”, ha intervenido desde entonces cuantas veces le ha venido en ganas en América Latina, el Caribe y en el Mundo.

La Doctrina Monroe, no obstante, nunca vio “disposición hostil hacia los Estados Unidos” cuando la ocupación de las Islas Malvinas por parte de Gran Bretaña en 1833 o el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata entre 1845 y 1850. Tampoco, en 1982, en el caso de las Islas Malvinas nuevamente.

Esa hostilidad no la notó ante la transitoria restauración colonial española en la República Dominicana entre 1861 y1865, ni ante la intervención francesa en México en 1862 y 1863. Tampoco impidió el asentamiento británico en la Costa de Mosquito de Nicaragua en 1847 y, en 1895, la ocupación de la Guayana Esequiba.

Mucho menos lo hizo a finales de 1902, cuando Alemania, Gran Bretaña e Italia, realizaron un bloqueo naval contra las costas venezolanas en represalias por la negativa del presidente Cipriano Castro de pagar una deuda externa a todas luces ilegal y abultada. La respuesta del gobierno de Roosevelt fue imponerle a Venezuela los Protocolos de Washington del 13 de de febrero de 1903 mediante los cuales se le conminaba a nuestro país a pagar gradual y compulsivamente esa deuda.

Ahora, el señor Kerry nos viene con esta nueva noticia, sin desdecirse para nada de lo que antes, el 18 de abril de 2013, en un discurso ofrecido ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y que ha sido una de las máximas de la Doctrina Monroe había dicho:

El hemisferio occidental es nuestro patio trasero, es de vital importancia para nosotros. Con mucha frecuencia, muchos países del hemisferio occidental sienten que Estados Unidos no pone suficiente atención en ellos y en ocasiones, probablemente, es verdad. Necesitamos acercarnos vigorosamente.

Como es el mismo exponente el que nos dice por un lado que comenzó el ocaso de la Doctrina Monroe pero al mismo tiempo meses atrás fue su máximo defensor, habría que aplicarla la “filosofía” de ni uno ni lo otros, sino todo lo contrario.

Aunque a decir verdad sólo los ingenuos o los inocentes podrían creer tamaña patraña.

Franklin González – Librered   rfisgon@jornada.com.mx

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