sábado, 31 de agosto de 2013

Chile 1973: Me salvó de la muerte un oficial FACh

 Foto: Matías Delacroix/Terra.cl Fernando Villagran Foto: Matías Delacroix/Terra.cl

“Aunque  el Golpe acechaba como un fantasma”, recuerda el economista, periodista y productor audiovisual Fernando Villagrán, “fue un impacto tremendo despertar el martes 11 de septiembre con un bando militar y observar desde el departamento en que vivía, cerca de una rotonda en Ñuñoa, el movimiento temprano de tropas. Pensé que llegaba la hora de jugarse entero por defender el Gobierno de Allende y a eso estábamos llamados los cientos de miles que una semana antes habíamos llenado las calles celebrando su tercer año en La Moneda. El último discurso de Allende y el bombardeo de La Moneda- que jamás imaginé posible- fueron un golpe emocional desgarrador, donde se mezclaron tristeza, indignación y desconcierto por lo que se avecinaba”.
Fernando Villagrán a los 24 años, en 1973 Foto: Terra
Fernando Villagrán a los 24 años, en 1973
Foto: Terra

Fernando había cumplido 24 años, estaba en último año de Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile, dedicaba la mayor parte de su tiempo a la actividad política, como dirigente del Mapu Obrero Campesino, partido integrante de la Unidad Popular. Estaba casado desde hace dos años y esperaba a su primer hijo.

Hoy, a los 64 años, Villagrán es un periodista conocido y polémico. Después de la prisión, la tortura y el exilio, desde 1982 dirigió durante años la revista APSI, opositora al régimen militar; se asoció con Rodrigo Goncalves, y desde su conocido café Off The Record gestaron un reconocido programa de entrevistas a escritores e intelectuales; junto al cineasta Ignacio Agüero fue guionista del polémico documental “El diario de Agustín”, donde se denuncia el rol desestabilizador de  El Mercurio durante el gobierno de la UP;  en 2002 publicó en ensayo “Disparen a la bandada”, texto que mereció el Premio Altazor y que en el último tiempo ha servido para contextualizar lo sucedido entre camaradas en la Fuerza Aérea con ocasión del Golpe del 73, en particular lo acontecido con el general Alberto Bachelet, padre de la actual candidata a la presidencia, quien fue detenido y torturado por sus compañeros de armas. 
La portada de la reedición de Disparen a la bandada, publicado en 2002 y ganador del premio Altazor. Foto: Terra
La portada de la reedición de Disparen a la bandada, publicado en 2002 y ganador del premio Altazor.
Foto: Terra

Aquí recuerda su propia indefensión el 11 de septiembre de 1973:

“Me moví casi mecánicamente cumpliendo lo que habíamos previsto en el Partido si se concretaba la amenaza de Golpe. Tuve claro que todo sería muy diferente de lo que había ocurrido en el “Tanquetazo” del 29 de junio del 73 y que venía un brutal cambio para nuestra existencia. Así funcioné en contacto y encuentros con compañeros, preparando un posible apoyo a fuerzas militares leales que se opusieran al Golpe. En eso estaba cuando fui detenido el 15 de septiembre en las proximidades de la Población La Legua. Allí vino una experiencia durísima de seis meses como prisionero de la flamante dictadura que marcó en muchos sentidos mi vida futura, la que existió gracias a un oficial de la FACH que me salvó de la ejecución sumaria resuelta por mis torturadores. En todo caso, cuando supe, estando preso en el Estadio Nacional, que había nacido mi hija, sentí que tenía un tremendo y hermoso desafío para sobrevivir a los negros momentos que estaba pasando".

El oficial en cuestión fue el capitán Jorge Silva, que estaba a cargo de la logística de la Escuela de Especialidades de la FACh, en la base El Bosque. Fernando Villagrán y Felipe Agüero fueron detenidos con “documentación subversiva” y torturados brutalmente.
El capitán Jorge Silva salvó a Villagrán, a Felipe Agüero y a dos dirigentes sindicales detenidos en la Escuela de Especialidades de la FACh Foto: Terra
El capitán Jorge Silva salvó a Villagrán, a Felipe Agüero y a dos dirigentes sindicales detenidos en la Escuela de Especialidades de la FACh
Foto: Terra

“Nos pasó de todo: simulacros de fusilamiento, golpizas, interrogatorios durísimos. Estábamos en el llamado ‘galpón rojo’, junto a decenas de pobladores de La Legua, en muy mal estado. Silva, quien había sido parte de un complot para asesinar a Allende en 1970, se las arregló para contarle al Presidente cómo se había visto involucrado en eso, y sus compañeros le pasaron la cuenta. Por eso, y por ayudarnos a Felipe y a mí, sacándonos en un convoy que partió al Estadio Nacional y que fue lo que nos salvó del ajusticiamiento que ya habían decidido nuestros interrogadores. Él se enteró, se desesperó e hizo eso por nosotros y por dos dirigentes sindicales. A los 15 días, era un detenido más. Y nos lo encontramos en la Cárcel Pública en octubre. Estaba junto al general Bachelet y a otras decenas de oficiales de la FACh que fueron detenidos. Eso fue lo que inspiró mi libro ‘Disparen a la bandada’. Un correo que nos mandó él desde Londres, donde vive hasta el día de hoy, y que fue el hilo que seguí para contar esa verdad”.

UN DÉFICIT DE MEMORIA
 
Su experiencia a los 24 años es particularmente dura, porque -como muchos- él era un joven idealista, educado, de clase acomodada, que creía en la promesa de la UP:

“Yo estaba absolutamente comprometido con la idea de una revolución socialista en Chile, que pasaba por el éxito del Gobierno de Salvador Allende. Creía en que por esa vía sería posible terminar con las grandes injusticias y carencias que afectaban la vida de millones de chilenos, mientras una minoría acaparaba el poder y la riqueza. Sentía que el Gobierno de Allende caminaba en ese sentido y encarnaba una utopía alcanzable. La reacción odiosa de poderosos sectores económicos y sociales en su contra reforzaba mi compromiso con la causa socialista y la disposición a cualquier sacrificio personal. Pese al clima de conflicto y caos que vivía el país yo era optimista en lo que estaba por venir. Estaba casado hacía dos años, mi compañera tenía un embarazo de siete meses. Me relacionaba con muchos jóvenes y mayores que compartían ese compromiso social y político. Sentía que tenía muy buenos amigos, con los que disfrutaba gratos momentos. Pese a que las diferencias políticas que dividían a los chilenos también se manifestaban en mi familia, mantenía una fuerte relación afectiva con mis padres y hermanas”.

Disfrutaba además y era un apasionado del fútbol, de la “U”, el equipo de sus amores.  

Fernando Villagrán con sus hermanas, en el matrimonio de la mayor, en plenos años 70. Foto: Terra
Fernando Villagrán con sus hermanas, en el matrimonio de la mayor, en plenos años 70.
Foto: Terra
“Era un tiempo intenso, todo ocurría vertiginosamente. Mandaba lo colectivo  y asociativo por sobre lo individual. Disfrutaba la música, el cine, la lectura y el teatro como expresiones artísticas, donde también se trasuntaba una época de grandes cambios. Tengo la sensación de multitudes en las calles. Muchos encuentros con los amigos se daban en torno a comidas en ‘buenas picadas’, la noche era larga como la conversación. Para mí el fútbol siempre fue una pasión. Siendo hincha de la “U” y habiendo gozado antes, en compañía de mi viejo, la época de oro del “ballet azul”, el año 73 disfrutaba viendo el juego de Colo Colo, que tenía entonces un gran equipo”.

-¿Cuáles son tus conclusiones, tu balance a 40 años: qué aprendiste, cómo estás, qué te preocupa?

-Todavía estamos aprendiendo en un mundo que cambió totalmente en estas cuatro décadas, en todas las dimensiones de la vida humana. En lo que se refiere a la experiencia del Golpe de Estado y sus secuelas, tenemos como sociedad un gran déficit de memoria histórica para que las nuevas generaciones saquen sus propias conclusiones. Ha existido un bloqueo de parte de los grupos que se beneficiaron económicamente de la dictadura y sus crímenes. Ellos han blanqueado sus responsabilidades en el drama de la ruptura democrática que vivió el país. En el mundo se derrumbó un modelo de socialismo que fracasó y se ha impuesto en Chile uno libremercadista que se asienta en la injusticia y las desigualdades. No hay modelos a imitar y existe un vacío de liderazgos a seguir. Pero reside en la ciudadanía, en el pueblo, la capacidad para aprovechar en su beneficio los avances del conocimiento para conquistar una mejor calidad de vida, en democracia y en paz. En ese sentido la utopía democrática, libertaria y de justicia social sigue existiendo y también, en otro contexto, requiere del compromiso colectivo y solidario que sentimos hace 40 años los que fuimos allendistas. Es un desafío abierto, donde la palabra principal la tienen las nuevas generaciones.

-¿Qué piensas de la renuncia del ex Comandante en Jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre a la presidencia del Servel?

-Que quedó pésimo. Que judicialmente tiene cómo cubrirse. Que como Comandante en Jefe fue de lo más decente que hubo, pero que lo sucedido en Chile en materia de derechos humanos fue tan brutal, que todo lo construido, se deshace con un detalle. 

Terra
 
Tomado de  http://noticias.terra.cl

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