martes, 15 de mayo de 2012

El lado más amargo de los bombardeos en Libia

La organización de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch decidió sumarse a los acalorados debates sobre el número real de víctimas civiles causadas por la operación de la OTAN en Libia.

El 14 de mayo, el organismo publicó su informe ‘Víctimas no reconocidas’, cuyos datos se fueron recopilando a lo largo de un año. Los resultados, sin lugar a dudas, decepcionarán a algunos expertos rusos, sobre todo a aquellos que hablan de miles de civiles libios fallecidos en los ataques aéreos. La cifra es considerablemente más baja, 72 personas.

Verdad es que la cifra en cuestión aparece en el informe junto con las palabras “como mínimo”, podría haber víctimas no contabilizadas. Pero es muy poco probable que la siniestra lista crezca mucho. A la pertinente solicitud de información presentada por Human Rights Watch representantes de la OTAN respondieron que habían hecho lo que estaba a su alcance “para minimizar el número de víctimas entre la población civil”. Este objetivo se suele lograr en gran medida en las guerras actuales, dado que se usan tecnologías altamente precisas.

Sin embargo, hubo víctimas y el dolor de quienes perdieron a sus familiares es inmenso.

Reconociendo datos poco agradables en la Cumbre de la OTAN


En el informe se indica que la Alianza del Tratado Atlántico Norte todavía no está dispuesta a reconocer su culpa por haber causado estas víctimas. Los defensores de los derechos humanos llaman a la OTAN a retractarse de esta postura y anunciar el inicio de la investigación pormenorizada de cada uno de los casos”. El momento para las declaraciones públicas no puede ser más idóneo: los días 20 y 21 de mayo se celebrará en Chicago la Cumbre de la OTAN.

Acabada la investigación, opinan los expertos de la organización, los heridos y los familiares de los muertos han de ser indemnizados y algunos de los pilotos, castigados. Otro objetivo es conseguir que, en la medida de lo posible, esta situación no se vuelva a repetir. En otras palabras, será difícil evitar que estallen guerras, pero habría que intentar reducir al mínimo el número de víctimas entre la población civil.

La vida humana no tiene precio y las líneas del informe sobre las circunstancias de la muerte de las 72 víctimas, 20 de ellas niños, contadas por los testigos y los familiares, perturban a quien las lee. Solo puede haber una conclusión: la guerra es la más grave de las catástrofes.

¿Por qué le dieron precisamente a nuestra casa?

A la aldea de Majer, situada a unos 160 kilómetros al este de Trípoli, la desgracia llegó en pleno mes Ramadán, cerca de las 23.00 horas del 8 de agosto de 2011. Los aviones de la OTAN, en contra de las declaraciones de la comandancia sobre el abatimiento de objetivos exclusivamente militares, bombardearon cuatro casas del pueblo que no tenía ninguna instalación de uso militar.

“Uno de nuestros colaboradores acudió al lugar de la tragedia al día siguiente, el 9 de agosto y asistió al funeral. En aquellos momentos nos encontrábamos en Libia, las autoridades de entonces nos facilitaban el acceso a algunos lugares bombardeados por la aviación de la OTAN”, señaló la vicedirectora de Human Rights Watch, Caroll Bogert.

Los supervivientes al ataque contaron que en aquellas fechas, además de los habitantes, permanecían en la aldea refugiados de otras partes del país. Habían viajado para reunirse con sus familiares en un lugar seguro, libre de las fuerzas de Gaddafi. Pero no puede haber lugares seguros en un país sumergido en una guerra. Uno de los habitantes de la aldea perdió aquella tarde a su mujer, sus tres hijos, su hermana y sus sobrinos mellizos.

Otro de los habitantes, Muammar Jarrud, perdió a todas las mujeres de su familia, a su esposa Hanna, de 30 años, su madre Salma, de 53, su hermana Fatima, de 29 y su hija Salma, de 8. Al primer ataque le siguió uno más, fue herido en la pierna. El segundo ataque se llevó la vida de 18 hombres que estaban intentando retirar los escombros, dejando heridos a otros 15. Hablando con los colaboradores de HRW Muammar no dejaba de repetir: “¿Por qué precisamente nuestra casa ¿Por qué?”

Los autores del informe se hacen otra pregunta ¿por qué razón los pilotos que seguramente estaban al tanto de una gran aglomeración de gente, captada por el equipo que detecta radiación infrarroja, volvieron a efectuar un ataque? De momento no hay respuesta a esta incógnita.

Aquel 8 de agosto, en la aldea de Majer fallecieron 34 personas, todas civiles. Es el mayor número de víctimas de ataques aéreos de la OTAN registrado en el mismo lugar por los defensores de los derechos humanos. Recordemos que la operación militar en Libia duró desde el 19 de marzo hasta el 31 de octubre de 2011.

Una indemnización de 10.000 euros por cada víctima mortal

En su momento el portavoz del Gobierno de Gadafi, Muossa Ibrahim Gadafi, anunció que el número de víctimas en la aldea de Majer ascendía a 85 personas. Sin embargo, después de haber visitado esta población en varias ocasiones, los expertos de Human Rights Watch no encontraron pruebas de dicha cifra. Se señala en el informe que el Gobierno de Gaddafi anunció más de 1.000 muertes entre civiles, mientras que HRW se inclina a que son unos datos exagerados.

Hubo varios ataques de la OTAN contra casas en las que residían militares o funcionarios de alto rango o sus familiares. Estos blancos tampoco pueden considerarse militares. Sin embargo, el 25 de septiembre de 2011 la Alianza asestó un golpe contra un edificio en Sitra en la costa Norte del país, propiedad del hermano del general Musbah Diyar. Murieron 3 mujeres y 4 niños, todas las víctimas eran familiares del militar.

Tres meses antes había sido bombardeada la casa de otro general, esta vez ya retirado. En su chalet a 70 kilómetros de la capital libia perecieron 13 personas, incluidos cinco niños de edades entre 8 meses y 8 años. El propio general quedó ileso. Su familia presentó una demanda judicial contra la OTAN, exigiendo una indemnización de 10.000 euros por cada víctima. El proceso empezó en octubre del año pasado, la próxima audiencia está fijada para el 17 de septiembre de 2012.
          
Los diplomáticos rusos se muestran incrédulos


Merece la pena señalar al respecto que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia en más de una ocasión ha exigido que se lleve a cabo una investigación de los casos de muertes de civiles en Libia. Los diplomáticos rusos se mostraron insatisfechos por los resultados del informe hecho público en pasado marzo por una Comisión de la ONU formada a esos efectos.

Los miembros de la comisión, de reconocido prestigio en el campo de la jurisprudencia, revelaron durante un mes de investigación hechos que evidenciaban la muerte de 60 civiles libios en ataques aéreos de las fuerzas de la OTAN. El documento final habló, además, de 55 heridos.

El comisionado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia para los Derechos Humanos, la Democracia y la Supremacía del derecho, Konstantin Dolgov, aconsejó en aquella ocasión que la Comisión “se mostrara más insistente a la hora de solicitar datos a la OTAN y a las nuevas autoridades libias”.

Recientemente, Human Rights Watch publicó su informe. Los resultados de la investigación parecen coincidir con los de la OTAN: menos de 100 muertos en más de 8 meses de campaña bélica. ¿Será mucho o poco? En cualquier caso, esos datos evidencian que en Libia no reina en la actualidad paz ni tranquilidad.

Y es tan solo una de las sangrientas facetas de una guerra. 

Elena Supónina, para RIA Novosti

 (Elena Supónina es analista en temas políticos y experta en orientalismo.)

NOTA DEL ADMINISTRADOR: Evidentemente, las cifras presentadas por la OTAN, la ONU y Human Rights Watch, no hacen otra cosa que ocultar el terrible genocidio ocurrido en Libia. Miles de seguidores de Gadafi, así como poblaciones enteras fueron indiscrimanadamente bombardeadas por la aviación de la fuerza bélica aliada. Tampoco se cuentan los cientos de gadafistas capturados, torturados y asesinados diariamente en los últimos meses en las prisiones Libias.

Fue, en realidad, una venganza encarnizada promovida por Occidente, que se quiere ocultar al mundo entero.

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